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Bienvenidos al rincón más oscuro de la imaginación

  • hanshumpty919
  • 27 sept 2024
  • 2 Min. de lectura








El Payaso de la Caravana


En un pequeño pueblo, cada año se celebraba una feria que atraía a visitantes de todas partes. Sin embargo, lo que comenzó como un evento alegre y colorido se tornó en un recuerdo perturbador para muchos. La atracción más popular era un payaso llamado “Risa”, conocido por su risa estruendosa y sus trucos sorprendentes. Pero detrás de su maquillaje brillante y su sonrisa deslumbrante, había algo siniestro.


Una noche, mientras la feria estaba en su apogeo, un grupo de niños decidió acercarse al camión del payaso. Las luces parpadeaban, y la música alegre resonaba en el aire. Al acercarse, notaron que el ambiente se tornaba extraño; la risa del payaso sonaba diferente, casi como si estuviera burlándose de ellos.


“¡Venid, venid! ¡Disfruten de la diversión!” gritó Risa, con su voz profunda y seductora. Sin pensarlo dos veces, los niños cruzaron la puerta del camión. Dentro, el mundo se transformó: globos de colores y juguetes se mezclaban con sombras que parecían cobrar vida. El aire estaba impregnado de un dulce aroma a algodón de azúcar, pero había algo más, un olor a descomposición que les causaba náuseas.


De repente, las luces se apagaron y la risa se convirtió en un eco inquietante. “¿Dónde están mis pequeños amigos?”, resonó la voz del payaso, y las sombras comenzaron a moverse, rodeándolos. “Risa” emergió de la oscuridad, su rostro distorsionado y su sonrisa ahora grotesca. “¡Quiero jugar!”


Los niños intentaron escapar, pero la puerta estaba sellada. “No hay salida”, dijo el payaso, acercándose a ellos con un brillo peligroso en sus ojos. “Quiero divertirme… y tú serás mi próximo acto”.


Mientras tanto, los padres de los niños, preocupados por su ausencia, comenzaron a buscar. Al enterarse de que el camión del payaso estaba cerrado, decidieron forzar la entrada. Al abrir la puerta, se encontraron con un espectáculo aterrador: el interior del camión estaba lleno de juguetes rotos y muñecos de trapo, cada uno con una sonrisa inquietante. En el centro, los niños estaban paralizados de miedo, con los ojos desorbitados.


“¡Rápido! ¡Salgamos de aquí!”, gritó uno de los padres. Pero el payaso se interpuso, su risa resonando como un eco diabólico. “¿No quieren ver mi show? Es un espectáculo único, y no todos tienen la oportunidad de disfrutarlo”.


Con determinación, los padres empujaron al payaso y lograron sacar a los niños. La luz del exterior iluminó sus rostros aterrorizados, y el payaso, furioso, los siguió, pero al cruzar el umbral, una extraña fuerza lo detuvo. “¡No puedo salir! ¡Esto es mi hogar!”, aulló, mientras se desvanecía en la oscuridad del camión.


El grupo corrió lejos del lugar, pero la experiencia los marcó para siempre. Nunca más volvieron a la feria, y cada vez que veían un payaso, un escalofrío recorría sus espinas. La leyenda del “Payaso de la Caravana” se propagó, recordando a todos que detrás de la risa, a veces acechan los miedos más profundos.


Y en las noches oscuras, algunos juraban haber oído risas que provenían del bosque, un recordatorio escalofriante de que el payaso nunca se fue del todo.

 
 
 

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